martes, 29 de noviembre de 2011

domingo, 27 de noviembre de 2011

La Viuda Negra

La Viuda Negra

   En los montes cercanos a casa, solía jugar de chico, me gustaba observar todo cuanto ocurría a mí alrededor. En esos montes salteños tenía mucho para curiosear, pero ahora solo me voy a ocupar de contarles la historia de la viuda negra.
   Una tarde de mucho sol, me adentre más de lo acostumbrado en el monte y llegué a los bananales que estaban cercano al río y mi curiosidad se fijo en una pequeña araña de cuerpo negro, culo grande, unas patas extravagantes para su tamaño y en su parte inferior un reloj de arena rojo.
   Incline mi cuerpo y me acerque tanto a su telar, que casi podía oírla.
  Estaba ella en el centro y con un tamaño mucho menor, al parecer de su misma especie, una araña macho, tocando una delgada tela brillosa que llegaba justo a la última pata trasera izquierda de la hembra. Parecía como un llamado a la puerta, como pidiendo permiso para entrar.
   Con unos pequeños golpes, la araña macho parecía decirle “Hola preciosa ¿me deja entrar? Y esta permanecía indiferente, como diciendo “discúlpeme usted, estoy muy ocupada y no tengo tiempo de atenderlo”.

Macho: disculpe, pero es que he quedado atrapado al verla allí sola, con esas voluptuosas piernas, esa cola y esos ojos. No pude evitar llamar, me es imposible partir, si usted no me invita a entrar, temo morir de pie ante su puerta. Es algo más fuerte que yo, se lo juro.

Hembra: ja, ja, ja… ¡Que galante…! Y con este día de tanto calor. Yo lo invitaría a pasar pero, sabe usted como es la gente ¿qué van a decir…? Sola, viuda y dejándolo pasar en esta tarde de siesta.

Macho: pero... no sea tan dura con usted misma ¿quién se atrevería a pensar mal? viéndola así tan hermosa. Permítase y déjeme hacerle compañía, además la tarde está tan cálida para estar a solas.

Hembra: ¡Mm.… que cortes! lo voy a dejar pasar, pero guarde su distancia, mire que no soy una mujer débil como parezco y muchos han perecido ante mí. No me gustaría tener que lastimarlo, nunca me gusta tener que lastimarlos, pero vio como es… a veces ocurre…

Macho: le agradezco y sepa que guardare la distancia, aunque es una mujer muy tentadora, no entiendo como se ha quedado viuda tantas veces, siendo tan dulce como lo es.

Hembra: ja, ja, ja… pero, es todo un donjuán usted. Sepa que no soy de hielo, efervesce mi sangre y con este calor, temo no ser dueña de mi.

Macho: relájese está frente a un caballero, no me abusaría de una dama. Además quiero contarle que mi telar, esta a unas dos plantas de distancia y la observo desde hace tiempo, sé como es su triste historia.
   Se que a sus anteriores maridos, se los ha comido, pero de seguro que no la merecieron, así tanto como la merezco yo. Nadie la ha visto tejer día y noche, arreglar su telar, luchando contra la lluvia, animales y hasta el hombre mismo, que destruyen su trabajo. La he visto pasar hambre y ví su bello cuerpo achicarse hasta casi perderse.
   ¡La amo…! la he amado desde siempre, aunque no dejo de pensar en lo acontecido con sus anteriores maridos.

Hembra: ¡que hombre…! usted está tocando mi alma, mi cuerpo y todo mi ser.
Nunca nadie me dijo cosas tan bellas y tan reales, por cierto. Le contaré, a mis otros maridos, es verdad, me los he comido, pero fue por instinto y falta de amor.
   A usted nunca me lo comería ¡como me privaría de sus palabras y su mirada y ese no se que, que tiene usted! Sería yo una tonta si lo hiciese. Además nunca nadie me había sonrojado así como lo estoy ahora, no puedo evitar tocarme y deseándolo tocarme. Este cuerpo esta deseándolo todo, gimo y me ahogo en mi propio deseo, acérquese déle, no tenga miedo que estoy por arder en llamas si no me toca.

Macho: ¿Qué tentadora lujuria me ofrece? El sudor me agobia, las patas me tiemblan y se van a su lado, pero… algo me dice  que tenga cuidado, que me puede comer.

Hembra: no sea tonto mi buen hombre, si excitada así como estoy ¿podría yo querer comerlo? Soy un volcán a punto de estallar, una flor a punto de romper el botón de mi capullo, soy todo eso y más en este momento.
   Dígame ¿Cómo se le ocurre…? Bueno, digamos que sí, me lo quiero comer, pero de otra forma, tontito, de un modo más dulce, quiero tenerlo dentro mío, tal y como parece. Ser uno los dos, quiero fusionarme con usted, fundirme en un solo fuego, quiero que sea mi todo y ser el suyo, que nada nos sobre y que nada nos falte.

Macho: mi cuerpo ya lo es, estoy en un todo jugado, pero voy a tomar mis recaudos. Prométame que me amará por siempre, que no me matará, que no me comerá y que por siempre estaremos unidos hasta la muerte.

Hembra: ¿Cómo no prometérselo? Tontito, si es justo lo que quiero. Venga góceme y gozaré de usted hasta el final.

Macho: estoy tocando el cielo con las manos, ahora sí que tengo todo lo soñado
¡En verdad lo tengo todo…!

Hembra: ¡que placer siento…! Había esperado por esto toda mi vida…
¡Ups…!
Perdón
recordé algo…
siempre que hago el amor me agarra hambre.
Perdón no lo puedo evitar, es más fuerte que yo…
¿Por qué lo hago?
¿Por qué no lo puedo evitar?

Macho: ¿Por qué? ¿Por qué…?

viernes, 25 de noviembre de 2011

jueves, 10 de noviembre de 2011

Nota del periódico de la barra,




http://www.labarradyr.com.ar/2011/11_nov11/La_barra_Cultura.htm#estimulo

Nota que nos pone contento ya que pone en juego la importancia cultural de esta obra de Goethe