martes, 7 de abril de 2015

mutismo


Pero… ¡Si estoy callado como un muerto!
Sabor amargo que se aprieta en la garganta
siniestro como un barco fantasma encallado en la carne
y un callo abrazador que recubre maternal la simiente.

Callo, callito, callado.
Mitiga el dolor que me duele
suavizando  mi caída con mentirosos sacos de plumas
y de costras enraizadas en el tiempo.

        -Vocecillas preciosas, susurros diminutos
          que me llaman sin pronunciar mi nombre.
          Sirenas que encantan mis oídos
          tan dulces inadvertidas envolventes.
          ¡No debo! ¡No quiero! ¡No puedo!

          ¡¡¡Oh…!!! Qué hermoso sería
          encontrarme a la musa sin ruidos…

          No obstante. ¿Valdría la pena?
          ¿Cómo juega el ruido en la poesía?

           La pregunta me devuelve y me dejo.-

Se pudre la carne y me lleva.
¡No hay tiempo! ¡No hay tiempo…!

El callo encallado en la carne se oculta silente
y lo trago mudo como un nudo putrefacto
llamando a la muerte.

                        Víctor Hugo Ibáñez (1966)

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