miércoles, 14 de abril de 2010

En la Villa Palito

Una noche, en una fiesta de 15 años, en la Villa Palito. En la que casualmente fui invitado; unos chicos de entre 11 y 17 años estaban fumando, saltando en los asientos, bebiendo y haciendo mucho alboroto.
La quinceañera, me pidió que los echara y yo me negué, le dije que yo no podía hacerlo, que no eran mis invitados. Me pregunto que debía hacer entonces, le dije involucrarse y me respondió ¿Cómo? que no le iban a hacer caso y le dije que les hable de igual a igual, que se junte con ellos. Ella agrego, que son sus amigos, pero que cuando están así, no entienden razones.
Bueno, mirá, así es como yo lo haría. Me levante, salude a cada uno y les pregunte su nombre, me puse a bailar su baile y a compartir su bebida. Al bailar todos juntos, ellos primero se extrañaron y se corrían hacia un lugar alejado, yo los seguía y seguía bailando, invite a unas chicas y les dije que bailaran con nosotros. Ellos dejaron de tomar, unos a otros se decían, que no saltaran en los bancos, que no promuevan discordia y se juntaban al rededor mío.
Sin saber quien, me llamaban con un nombre amigable "caman". Supongo que querían decir “vamos”, algo que me lleno de gozo.
Solían menearse extrañamente, yo los copiaba y en sus caras, les pintaba una sonrisa y me saludaban chocando las manos.
Desde ese día fui sorprendido. Que sin saber mí nombre y creo que no les interesaba, solo este encuentro cuando paso, estamos, charlamos, me saludan y no puedo olvidarlos.
Creo que cambio en algo sus vidas y cambiaron algo en la mía. Yo no sabía que estos muchachos duros, tenían tanto afecto para dar, a alguien tan pobre de afectos como yo.

Víctor Hugo Ibáñez

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