viernes, 30 de abril de 2010

Hijo

Gota de arrabio que surge de mis ojos,
cansado de no poder llorar.
Eterna lucha entre la madre y la vida.

¿Cuan difícil es vivir en este mundo?
Mis ojos no tienen descanso,
por mi vástago en silencio,
por el ausente confeso a mi,
progenitor atado entre los pies y las manos.

Yugo segador,
siendo más antiguo que mi tiempo
y los tiempos de los tiempos,
destello perdido sin fulgor.

¿Cuál es la fórmula que devela ese manto,
de nada, de posesión total?

Ruidos, ruidos… tanto ruido en los pesados días
turban mi escucha en el decir
que da silencio, ha tan fuerte llamado.

Murmullo pequeño y sutil,
guarda con cerrojo la verdad,
oído traicionero acallado,
quizá para cuidarme
o para darme más
de esto mismo que tengo,
desde antes de mi.

Incrédula virtud de tener cinco sentidos,
que en vano se tiene
si se niegan los ojos verdaderos,
los oídos de escucha
y el tacto.
Del suave rose
que se extraña.


Víctor Hugo Ibáñez

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